"Me gustas porque cuando te ríes cierras los ojos" me dijo nervioso. Habló también de mi guitarra amarrada a mi espalda como caparazón. Los detalles hicieron que las posibilidades crecieran un poco más. Justo cuando la belleza se hacía poca y el corazón de a poquito se rompía se le ocurrió ponerse rojo y tartamudo, mientras yo con mi torpeza ante el enamorado sonreía
"soy ñurda para esto, nunca se que decir" dije y no dije nada más.
Uno se pone ñurda y no hay quién lo repare.
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