Un
"No te quiere..." bastó para que el nudo de la garganta desatara el llanto. Pisoteé lo poco de dignidad, y calculando el viaje de la lágrima me marché de la conversación. Pensé que quizás era agosto el mes que me hacía llorar, y que ya había sangrado mis días, pues aún no entiendo por qué lloré. Al volver a la conversación, la miré tranquila y dije
"hijo de puta".