martes, 10 de enero de 2012

tortolita


Aleteaba desesperado y desiquilibrado, quería escapar volando pero los pichones no saben volar. Lo tomé cuidadosa y con cariño lo acurruqué hacia mi. Le prometí cuidarlo y alargarle la vida por mucho tiempo, pensé en disfrazarme para que me creyera su madre, reí diciendo que tengo lista la cara y que sólo me faltaban las alas. Al llegar a casa simulé un nido uniendo calcetas rosadas y celestes, le di de comer semillas y lo dejé durmiendo. Al día siguiente con ansias bajé corriendo las escaleras y moribunda la encontré, más desequilibrada que antes y con un ojo cerrado. ya no aleteaba y su rostro a ratos se trasformaba en la cara de la muerte. le calenté su cuerpecito pero todos los esfuerzos fueron en vano, lo dejé en su nido y luego la muerte sin compación hizo su trabajo.