Tarde para mí llegó de improviso, con un sombrero, un monociclo y tres cuestiones para hacer malabarismo. Me abrazó y lo abracé, me miró y lo miré, se rió y me reí, él no habló y yo no hablé. luego de un rato soltamos un par de palabras que a la larga se convirtieron en historias. Él sin problema de expresividad intentaba abrazarme y yo con el gran problema me arrancaba. se fue a las 1:30 am, ese muchacho de sombrero me alegró la noche y el domingo entero.